lunes, 12 de septiembre de 2011

Ibrahimovic, el regreso de un díscolo con el rabo entre las piernas

El vestuario del Barcelona tiene fama por parecer un remanso de paz. La idea que transmite el club es que sus jugadores conviven en perfecta armonía, ésa que el técnico ha sabido exigir y a la vez fomentar para hacer el trabajo lo más agradable posible y la presión más llevadera. Pep Guardiola adora a sus hombres, les concede todo el mérito de los triunfos del Barça y se deshace en halagos cuando habla de ellos en la sala de prensa. Que nadie le toque a Messi, Iniesta o a sus "niñitas" (Keita y Mascherano). Para él son los mejores. Pero el trato con Guardiola puede ser magnífico mientras no surjan diferencias, o todo lo contrario. Los caracteres conflictivos que no se han entendido con él y han acabado mal, han acabado muy mal, es decir, fuera del club. Con Eto'o no había "feeling", y con Zlatan Ibrahimovic la relación degeneró...

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