Imaginen una probeta hirviendo violentamente con algún mejunje altamente sospechoso de toxicidad, viene un hombre en bata blanca y con tan solo derramar una gotita de un extraño ingrediente lo aplaca y deja tan calmado como un vaso de agua. Esa gota de extraño es el fútbol coherente del Barcelona, el científico es Pep Guardiola. Frente al Villarreal, el más ofensivo de la liga terrenal, Guardiola volvió inocuo un mejunje pre-partido que venía preñado de dudas y más bien cortito de los ingredientes habituales.
Thiago y Cesc de una mano, Alexis y Pedro de la otra. Los señalados a entorpecerse en las alineaciones encontraron su hueco juntos y lejos de quebrar la pizarra la lustraron aprovechándose de un traje táctico tan inesperado como efectivo. Guardiola borró de un plumazo cuatro o cinco dudas que asaltaban a los profesionales de la cháchara deportiva en cuanto rodó la pelota...
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